Menu principale:
Neruda - le poesie
Oda a las tormentas de Córdoba
El pleno mediodía
refulgente
es una
espada de oro,
de pronto
cae un trueno
como una
piedra
sobre un tambor de cuero rojo,
se raja el aire
como
una bandera,
se agujerea el cielo
y toda su agua verde
se desploma
sobre la tierra tierra
tierra tierra
tachonada
por las ganaderías.
Ruidosa es la aventura
del agua desbocada
en las alturas:
parece que corrieran
caballos en el cielo,
caen montañas blancas,
caen sillas, sillones
y entonces
las centellas
arden, huyen, estallan,
el campo tiembla a cada
latigazo celeste,
el rayo
quema
solitarios
árboles
con fósforo de infierno
mientras
el agua
convertida en granizo
derriba muros, mata
gallineros,
corre asustada la perdiz, se esconde
en su recámara el hornero,
la víbora atraviesa
como lento relámpago
el páramo buscando
un agujero, cae
un halcón
golpeado
por la piedra celeste
y ahora
el viento de la sierra,
gigantesco,
rabioso,
corre
por la llanura
desatado.
Es un
gigantesco demente
que se escapó de un cuento
y con brazos en cruz
atraviesa, gritando, las aldeas:
el viento loco
ataca
los duros algarrobos,
rompe
la cabellera
de los dulces sauces,
suena
como
una
catarata
verde,
que arrastrara
barricas y follajes,
carretas de cristal, camas de plomo.
De pronto,
vertical
regresa
el día
puro,
azul es su madeja,
redonda la medalla
del sol encarnizado,
no se mueve
una hoja,
las cigarras
zumban como sopranos,
el cartero
de Totoral reparte
palomas de papel en bicicleta,
alguien sube
a un caballo,
un toro muge,
es verano,
aquí, señores,
no ha
pasado
nada.
Oda al vals sobre las olas
Viejo vals, estás vivo
latiendo
suavemente
no a la manera
de un
corazón enterrado,
sino como el olor
de una planta profunda,
tal vez como el aroma
del olvido.
No conozco
los
signos
de la música,
ni sus libros sagrados,
soy un
pobre poeta
de las calles
y sólo
vivo y muero
cuando
de los sonidos enlutados
emerge sobre un mar de madreselva
la miel
antigua,
el baile coronado
por un ramo celeste de palmeras.
Oh, por las enramadas,
en la arena
de aquella costa, bajo
aquella luna,
bailar contigo el vals
de las espumas
apretando tu talle
y a la sombra
del cielo y su navio
besar sobre tus párpados tus ojos
despertando
el rocío
dormido en el jazmín fosforescente!
Oh, vals de labios puros
entreabiertos
al vaivén
amoroso
de las olas,
oh corazón
antiguo
levantado
en la nave
de la música,
oh vals
hecho
de
humo,
de palomas,
de nada,
que vives
sin embargo
como una cuerda fina,
indestructible,
trenzada con
recuerdos
imprecisos,
con soledad, con tierra,
con jardines!
Bailar contigo, amor,
a la fragante
luz
de aquella luna,
de aquella antigua
luna,
besar, besar tu frente
mientras rueda
aquella
música
sobre las olas!
ODE ALLE TEMPESTE DI CORDOBA
Il pieno mezzogiorno
rifulgente
è una
spada d’oro,
improvvisamente
cade un tuono
come una
pietra
sopra un tamburo d cuoio rosso,
emerge dall’aria
come
una bandiera,
si fora il cielo
e tutta la sua acqua verde
si precipita
sopra la terra terra
terra terra
cosparsa
di allevamenti.
Rumorosa è l’avventura
dell’acqua sboccata
dalle alture:
sembrano che corrano
cavalli nel cielo,
cadano montagne bianche,
cadano sedie, poltrone
e allora
le scintille
ardono, fuggono, scoppiano,
il campo trema a ciascuna
frustata celeste
il fulmine
brucia
solitari
alberi
con fosforo d’inferno
mentre
l’acqua
convertita in grandine
abbatte muri, uccide
pollai,
corre spaventata la pernice, si nasconde
nel suo retrobottega il fornaio,
la vipera attraversa
come lento lampo
il terreno desertico cercando
un buco, cade
un falco
colpito
dalla pietra celeste
e adesso
il vento della sierra,
gigantesco,
rabbioso,
corre
per la pianura
scatenato.
È un
gigantesco demente
che sfuggì da un racconto
e con braccia incrociate
attraversa, gridando, i villaggi:
il vento pazzo
attacca
i duri carrubi,
rompe
la chioma
dei dolci salici,
suona
come
una
cascata
verde,
che trascina
barilotti e fogliame,
carretti di vetro, letti di piombo.
Improvvisamente,
verticale
ritorna
il giorno
puro,
azzurra è la sua matassa,
rotonda la medaglia
del sole crudele,
non si muove
una foglia,
le cicale
cantano come soprani,
il postino
di Totoral riparte
colombe della carta in bicicletta,
qualcuno sale
sul cavallo,
un toro muggisce,
è estate,
qui, signori,
non è
successo
niente.
ODE AL VALZER SOPRA LE ONDE
Vecchio valzer, sei vivo
battendo
soavemente
non alla maniera
di un
cuore sotterrato,
ma come l’odore
di una pianta profonda,
forse come l’aroma
dell’oblio.
Non conosco
i
segni
della musica,
né sui libri sacri,
sono un
povero poeta
delle strade
e soltanto
vivo o muoio
quando
dai suoni oscuri
emerge sopra un mare di caprifoglio
il miele
antico,
il ballo circondato
da un ramo celeste di palme.
Oh, per i pergolati,
sulla sabbia
di quella costa, sotto
quella luna,
ballare con te il valzer
delle schiume
stringendo la tua vita
e all’ombra
del cielo e della sua nave
baciare sopra le tue palpebre i tuoi occhi
risvegliando
la rugiada
addormentata sul gelsomino fosforescente!
Oh, valzer dalle labbra pure
socchiuse
al viavai
amoroso
delle onde,
oh cuore
antico
levato
sulla nave
della musica,
oh valzer
fatto
di
fumo,
di colombe,
di niente,
che vivi
nonostante
come una corda sottile,
indistruttibile,
intrecciata con
ricordi
imprecisi,
con solitudine, con terra,
con giardini!
Ballar con te , amore,
alla fragrante
luce
di quella luna,
di quella antica
luna,
baciare, baciare la tua fronte
mentre ruota
quella
musica
sopra le onde!